Los agapornis de la vecina

Nunca antes habíamos escuchado el canto de los agapornis en la finca, pero llegó la nueva vecina del primero y con ella llegaron otros nuevos vecinos: una pareja de agapornis que pasaban gran parte del día cantando en la terraza.

Desde el balcón los vi y me di cuenta de que eran un roseicollis y un fischer, dos especies distintas que no deberían juntarse, y menos tener crías, pues éstas saldrían híbridas estériles.

La sorpresa llegó unos meses después, cuando ella se enteró de que yo tenía más agapornis y les estábamos construyendo una voladera en la casa de campo para criar con ellos, y decidió regalármelos pensando que conmigo estarían en mejores manos, y así llegaron hasta nosotros Simba (el fischer ancestral) y Aria (la roseicollis pallid).

Lo primero que hicimos fue cambiarles la dieta, ya que prácticamente se alimentaban sólo de pipas y barritas de semillas con miel (una dieta muy poco adecuada). Luego, a nuestro pesar porque llevaban mucho tiempo juntos, tuvimos que separarlos para poder poner a cada uno con una pareja de su especie, y en ello estamos.

 

No teníamos pensado incluír agapornis de fischer en nuestro primer año de cría, pero las cosas han venido así y tendremos que aprovechar estas pequeñas vueltas de la vida... ¡Y más cuando llegan como un regalo!

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